Razón y fe en el mundo cristiano medieval.
La irrupción del cristianismo y su posterior dominio en occidente, marco definitivamente la orientación del pensamiento filosófico, pero así mismo, la religión necesitaba de la filosofía para crear en primer lugar sus propias creencias y después un sistema doctrinal de las mismas. Este acercamiento no fue amistoso, ya que la filosofía era un grave problema para la iglesia, aunque no todas las filosofías se trataron de la misma manera, ni todos los padres de la iglesia pensaban lo mismo respecto a ella. Esa dualidad se puede ver ya en San Pablo.
En los inicios del cristianismo, fue cuando más se necesitaba defender la fe y Tertuliano (169-220) es un claro exponente de está separación entre filosofía y fe. Sin embargo los padres con formación y lengua griega, defendieron dicha unión como Clemente de Alejandría (150-214).
En esta línea de establecer una continuidad del cristianismo con la filosofía se encuentra San Agustín.(354-430) que no duda en presentar al cristianismo como la auténtica filosofía. Para el la filosofía es la búsqueda de la felicidad, la búsqueda de la sabiduría era el camino hacia la felicidad. Pero también defiende que la fe, es el requisito necesario para la comprensión. Para entender es preciso creer: “crede ut intelligas”. Para el la fe, es el atajo que permite llevar una vida sabia y feliz sin necesidad de grandes estudios. Sin embargo a aquellos que pretenden olvidar la razón les dirá: “intellige ut credas”, ya que también es preciso entender para creer.
En la misma línea, San Anselmo (1033-1109) defiende una inteligencia de la fe, comprender lo que se cree, algo que según él brota de la fe y es una exigencia misma de la religión. Esta tan convencido de su fe, que se permite meditar sobre la razón de su fe a través de “razones necesarias”, razones por las cuales se debe aceptar lo creído. La fe, nunca esta en cuestión, sino que debe estar en el inicio de está meditación intelectual. Sin ella la razón sola, se descarriaría y podría volverse herejía.
El argumento ontológico para demostrar la existencia de Dios es el ejemplo más notorio de este pensamiento “por razones necesarias”, es necesaria la fe, para el entendimiento de las demás cuestiones, por lo tanto es necesaria la existencia de Dios. “Si no creyereis, no entenderéis”.
Este paraguas bajo el cual la filosofía debía desenvolverse, enseguida quedo pequeño. El descubrimiento del pensamiento aristotélico, supuso el reconocimiento de un sistema de conocer basado solamente en la reflexión y la razón.
En este papel encontramos a Santo Tomás de Aquino (1225-1274), que fue un entusiasta aristotélico y un ferviente y sincero creyente. Su postura consistió en defender una separación entre filosofía y religión, la filosofía procede de abajo, a través de las cosas creadas. Mientras que la teología procede de arriba, de los contenidos de la palabra de Dios.
Pero la autonomía que concede a la filosofía no es plena ya que, como era inevitable, ambas se contradicen en algunos puntos. Entonces Santo Tomas defiende la imposibilidad de que Dios se equivoque, invalidando así, las razones filosóficas a favor de la teología.
Además defenderá una única interpretación de la palabra divina, por lo tanto, califica de herejías todas aquellas que no sean correctas. Lo que no tiene claro es, cual es la correcta interpretación. No hay que olvidar las diferentes corrientes o iglesias dentro del cristianismo.
Como era normal la visión tomista tuvo grandes enemigos como por ejemplo, Guillermo de Occam (1285-1349) que descalifica la filosofía como apta para entender la palabra divina. Ya que la razón es algo totalmente humano y nada tiene que ver con Dios.
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